invierno

Una mañana de invierno al despertar
ya era verano. A correr puertas, abrir ventanas
y salir a sentir el aire deslizarse por la piel,
yo porque te conozco, te recuerdo. ah! gracias, delicias,
deleites, formas de la nada en el placer del ocio.
Llegaron vientos tibios, lamieron el barrio, lo ablandaron
con sus hojas traslúcidas de placer, ah! era el invierno
lo que me había sumido en sinrazones infinitas, Yo que pensé
que estaba triste, pero solo tenía frío, ganas de caminar
por la calle con la piel al unísono con el aire.
No es primavera, no es verano, es el final de un raro invierno
que hasta hoy nos tuvo coagulados,
pero ahora hace calor, hace calor; ya vamos a comprar
las finas tintas con las que tendremos que dibujar las hojas
que brotarán de adentro de los árboles. Sé que aún
pensás poco, pero veo agitarse cada una de las futuras hojas
que ostentará el verano dentro de los árboles.

[De El cielo de Boedo, Daniel Durand]

El cielo de Boedo es un poema para siempre” es la sentencia final de la contratapa del libro publicado por Blatt & Ríos en 2015. La obra fue editada inicialmente por Gog & Magog en 2005.

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